sábado, 14 de febrero de 2009

También en tu dolor (si han perdido un ser querido)

Cuando la muerte nos sorprende en forma inesperada el dolor es mucho más profundo que cualquier herida, perder a un ser querido es en verdad un daño irreparable, el vacío no puede ser llenado por nada ni por nadie. En esta situación, cómo encontrar lo necesario para consolar el cuerpo y más allá de ello, el espíritu. Cómo saber qué decirle a un amigo que enfrenta la pérdida de un ser querido sin sonar indiferente, reiterativo ni muy formal.

Esta semana enfrente algo parecido, el padre de una muy querida amiga mia falleció, abandonó este mundo increíblemente humano. Su muerte era algo que ya se esperaba, don Pedro se encontraba postrado en una cama desde hace ya varias semanas aquejado por el abominable alzheimer. A pesar de que no hay nada que odie más en el mundo que el invierno y los velorios, me arme de valor y decidí acompañarla en su dolor.

El escenario ya lo había imaginado en mis peores pesadillas, flores, muchas flores, me parecía injusto que reservaran el color blanco de las flores a la muerte. Allí estaba, la estreche contra mi cuerpo en un muy fuerte abrazo como queriendo impregnarle mi serenidad, mi calma de encontrarme al otro lado de situación, quizá lo hice, pero aún así ella volvió a llorar. En ese instante no sabía que decir, mi prédica sobre el optimismo en ocasiones funcionaba, pero cuando se está frente al ataud de tu padre, hasta el más sincero consuelo pasa de largo.

Lo cierto es que en medio del dolor estaba convenciendo a mi amiga de celebrar el milagro de la vida, de su vida, de la mia, de la de todos los allí presentes. En esa situación todas las palabras suenan inconsolables, para cada una de ellas hay un sufrimiento reservado, por cada una de las mías, recordándole que don Pedro ahora ya gozaba de la paz del descanso eterno, una impaciente lágrima caía. Mis palabras se alojaban en el vacío, yo conciente de eso, intentaba que encontrara en mis ojos la sinceridad de mis palabras, era en vano. Sus ojos yacían presas del dolor, enfermaban de llanto y su respuesta a pesar mio, eran solo lágrimas.

Gracias a Dios un sacerdote, alguien mucho más autorizado que yo nos habló sobre el significado de la muerte, y lo hizo de la forma más natural del mundo, gracias a esa pequeña liturgia celebrada minutos antes de culminar el velorio, quizas no mi amiga ni su familia pero sí yo comprendí que nada de lo que dijera en ese momento podría aliviar su dolor, ni el mio al encontrarme en episodios como ese, comprendí que con mi presencia ya hacia bastante, era importante para ella, supe que debí sólo quedarme callada y tomar su temblorosa mano contagiada de dolor, y dejar que el tiempo pase, que los apresurados segundos se llevaran el sufrimiento al olvido, aquel lugar al que afortunadamente los seres que se quieren bien nunca irán.

Espero que ahora un poco más repuesta de ese terrible e inevitable episodio de la vida, me preste atención; Mario Benedetti dice que la vida es sólo un paréntesis, siempre me he preguntado de qué...la respuesta lo obtuve aquel día del velorio.
(porque al morir sólo vamos a un lugar en el que luego todos nos vamos a encontrar.)