Mientras decidía el rumbo de la guerra civil americana y luchaba por la
aprobación de una enmienda para abolir la esclavitud, Abraham Lincoln se
preguntaba si uno decide nacer, si estamos en el lugar indicado, en la época
adecuada, la respuesta que recibe es evidente: definitivamente él estaba
exactamente donde debía estar. Este es
uno de los diálogos de Lincoln,
película dirigida por Steven Spielberg, que retrata los últimos meses de vida
del más representativo mandatario norteamericano.
El actor británico Daniel Day Lewis encarna a Abraham Lincoln, lo acompañan
en el reparto Sally Field como su esposa y Tommy Lee Jones en el papel del
senador Stevens, junto a ellos actúan un grupo de grandes figuras que ofrecen
memorables papeles, todos a la altura de esta estupenda
película que se muestra como una de las favoritas a los premios Oscar con
doce nominaciones.
En el filme se esboza la cruda realidad de la guerra entre el Norte y el
Sur, que por cuatro años, sumió a Estados Unidos en una marea de muerte, contradicciones
y convulsión política. Precisamente ese
oscuro contexto enmarca casi todas las escenas de la película que pasa de un entristecedor
gris al vibrante celeste, donde ondean banderas norteamericanas, cuando la aprobación
de la 13ra enmienda trae la paz, el triunfo de la justicia y la libertad;
definitivamente una excepcional fotografía magistralmente musicalizada por el
genial John Williams.
Spielberg ha confesado que le tardó cerca de doce años
concretar este ambicioso proyecto; lo bueno se hace esperar y Lincoln es una prueba de ello. La película es importante no solo por su aporte
histórico, es una muestra de buen cine que nos deja la sensación de ver el lado
real de un personaje que revolucionó la historia, nos permite sentir sus luchas,
sus cualidades, sus debilidades y nos deja a merced de lo que algunos se empeñan en evitar, la humana sensibilidad.
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