miércoles, 15 de febrero de 2012

cine, Los descendientes

La vida puede darnos un vuelco inesperado a partir de un suceso. En Los descendientes, filme dirigido por Alexander Payne y protagonizado por George Clooney, el personaje principal es víctima de una serie de emociones que tiene que enfrentar para mantener la ecuanimidad en su vida. La película empieza narrada por Matt King (Clooney) quien, inesperadamente vuelve a su hogar, luego de una voluntaria ausencia, para afrontar el estado de coma en que ha quedado su esposa tras sufrir un accidente, pero eso no es todo lo que asumirá, tiene que cuidar también de sus hijas: una precoz niña de diez años y una rebelde adolescente de 17, debe encargarse de la venta de un terreno heredado a sus antepasados en Hawai y, lo que marca el ritmo de la película, tiene que encarar la insospechada infidelidad de su esposa.

A partir de allí, se desenvuelve una narración tranquila pero movida por los roles de sus protagonistas quienes actúan de forma impredecible; Alexandra, la hija mayor de Matt descubre casualmente la infidelidad de su madre y la revela a su desconcertado padre, ambos se hacen cómplices de un plan para encarar al amante e inician una búsqueda que los ayuda a desvanecer sus diferencias y hacer frente la próxima muerte de la madre, perdonando y arrepintiéndose de cosas que hicieron y otras que dejaron pasar.

Y eso les deja una enseñanza que marcará las decisiones que tomen de allí en adelante, ocurre en ellos una silenciosa reflexión sobre las cosas que tienen que hacer, cuestionándose si son las más adecuadas para todos. La película tiene claves escondidas y envuelve al espectador haciéndolo cómplice de las decisiones de Matt; la atmósfera en que se desarrolla nos revela un Hawai más cotidiano, una ciudad que se muestra ante nuestros ojos como nunca antes la habíamos visto.

La actuación de Clooney es natural como debe ser la de todo buen actor, naturalidad que contagia al resto del elenco, como sucede con todas las películas en que aparece.

Es una buena película, sin muchas ambiciones, una historia para todos los tiempos.

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