domingo, 19 de febrero de 2012

cine, Tan fuerte, tan cerca

El cine es un arte para entretener a las personas, también es una forma de inculcar valores y retratar la vida…al margen de las críticas que ha recibido esta película, no se puede negar que es una historia que llega al corazón.

Los episodios que se escribieron a partir del atentado del 11 de setiembre 2001 a las torres gemelas son todos tristes, la tragedia que indignó al mundo es abordada en esta película en el personaje de Oskar Shell (Thomas Horn), un niño de nueve años que sufre la pérdida de su padre en aquel atentado terrorista.  Sufrimiento que tiene varios agravantes que justifican por momentos su exagerada histeria.

Todo es felicidad en la vida del pequeño Oskar, de espíritu creativo, aventurero y vivaz personalidad; tiene en el apoyo de su padre Thomas Shell (Tom Hanks) el incentivo suficiente para descubrir lo que hay en el fondo de las cosas, lo que otros no ven, le enseña a no rendirse, a no conformarse como lo hizo él en algún momento.

La muerte de su padre en las torres gemelas marca un poderoso quiebre en la vida de Oskar, que de pronto se ve vacía pero llena de culpa por una llamada que su padre le hizo segundos antes de morir y que no tuvo el valor de atender. Un año después, con el descubrimiento de una misteriosa llave que encuentra entre las cosas de su padre, se aventura en la búsqueda de una cerradura donde calce, porque sólo así siente su cercanía.

Sin saberlo Oskar es ayudado por su madre Linda Schell (Sandra Bullock) y acompañado por su abuelo T. Shell (un magnífico Max Von Sydow), recorre todo Nueva York, aprende a enfrentar sus miedos, conversa con muchas personas, todas completamente desconocidas para él, pero con quienes establece un vínculo de esperanza. Finalmente su búsqueda termina con un inesperado resultado.

La película es melancólica, triste pero muy inspiradora…

Todos emprendemos, alguna vez en nuestras vidas, búsquedas que muchas veces pensamos no nos van a conducir a nada; pareciera que buscamos en vano. Pero, aún sin esperarlo, siempre nos van a conducir a algo, aunque no siempre sea lo que pensamos.

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