"El mundo es como una gran máquina y como toda máquina tiene solo las piezas que necesita para funcionar, no tiene una pieza de más; así también todo lo que existe en el mundo tiene un propósito, una razón para estar aquí. Cuando una máquina no funciona, está callada, se ve triste porque no está cumpliendo el propósito para el que fue creada. Las personas que ya no “funcionan” bien, han perdido su propósito en la vida, tienen una existencia infeliz"
Me gusta mucho esta explicación que Hugo Cabret (Asa Butterfield) hace de su vida, él tiene un propósito, reparar al autómata que su padre (Jude Law), arreglaba para él antes de fallecer, así espera descubrir algún mensaje de su padre y acabar con la soledad. La historia de Hugo es triste pero esperanzadora, es la historia de un niño que cambia la vida de una persona esclavizada por malos recuerdos, quien sepultó para siempre su talento, su ingenio, su capacidad para hacer los sueños realidad, el gran cineasta Georges Melies (interpretado por un memorable Ben Kingsley).
Dirigida por Martin Scorsese, La invención de Hugo es la película que todo amante del cine debe ver, nos remonta a los inicios de la industria cinematográfica gracias a Melies, visionario, mago, artista, inventor, quien vio más allá de la mera transmisión de imágenes y dio inicio a la más grande fábrica que crea sueños y enseña a soñar: el cine.
La película no es ambiciosa ni grandilocuente, pero es todo lo que debe ser una película: una historia que conmueve con muy buenas actuaciones, deslumbrantes y a la vez mesurados efectos especiales y un final feliz. Con esta película, Martín Scorsese logra llevar a la pantalla un precioso poema sobre la vida.
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